Es sintomático que las corrientes más progresistas de la actualidad, hayan abdicado de la idea de la universalidad de hombre. Quizá el sistema tiembla, ahora sí, ante la idea de una unidad factible, y persiga su máxima de siempre “divide y vencerás” desde su antagónico; invoca el fin de las fronteras, levantado en cambio aduanas invisibles, por las que el extranjero pasa con todo su mundo a cuestas, se sirve del conflicto que un equipaje tan pesado conlleva pues sabe que de el devendrán sus altísimos aranceles.
Se acuñan nuevos términos, nuevos conceptos, como comunidad europea, nación de naciones, que no son otra cosa que meros contratos mercantiles con obligatoriedad de permanencia, y que distan mucho de ese “ciudadano del mundo” con el que tratan de equipararlo. Yo quise, quiero ser uno de esos ciudadanos, pero siento que el mundo sigue desmembrado en pequeñas porciones que agrupan colectividades no individuos. Entiendo, que el individuo tiene libertad de movimientos, la colectividad se impone o se doblega es el pilar de todo feudo y el motor de toda guerra, el movimiento es entonces un espejismo.
Es fácil entender lo que el sistema persigue, se nos inculca la tolerancia desde el aguante no desde el entendimiento, con lo cual todo nos es ajeno, confundirnos, convertirnos en nómadas no en viajeros, eso es lo que se pretende.
Somos a nuestras raíces lo que la tierra a su clima pero no es esto lo que nos aleja de la universalidad, sino, mas bien, el hecho de convertir esas raíces en cadenas. No hay palmeras en una tierra de sauces, pero hay caminos que nos llevan a contemplar ambos paisajes, eso es lo que nos hace universales. Y es esta simplicidad a lo que el sistema teme.
He de confesar que ha sido la noticia del día: “El parlamento catalán aprueba la abolición de los toros” la que me ha llevado a esta disertación de hoy, me congratula por supuesto, pero intuyo tan a gusto al cesar, que presiento que esta no ha sido una victoria de la razón.
He de confesar que ha sido la noticia del día: “El parlamento catalán aprueba la abolición de los toros” la que me ha llevado a esta disertación de hoy, me congratula por supuesto, pero intuyo tan a gusto al cesar, que presiento que esta no ha sido una victoria de la razón.
A.M.G
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