La gran magia del siglo XX es que la filosofía busca su hueco en la realidad fuera del papel. Las teorías de Marx y Engels, rebasan lo teórico, y construyen un imperio tan fuerte como la Unión Soviética, los divagares económicos de Saint Simón, que ya en el siglo XIX propone para el poder político a aquellos que en su época dirigían el proceso de transformación económica en Francia, es decir los dirigentes industriales y los técnicos, augurando el reemplazo de la política por la ciencia de la producción y el «gobierno de los hombres» por «la administración de las cosas», se hacen presentes en los tecnócratas de la guerra fría. Pero también en este siglo asistimos al derrumbamiento de este imperio y la deformación de estos tecnócratas.
De hecho el neoliberalismo de los años 80 cedió ante la necesidad de que quienes llevaran a cabo sus planes financieros, fueran precisamente expertos, e iniciaron desde el poder la formación de estos tecnócratas. Ya desde los años treinta y durante toda la guerra fría, el tecnócrata medio se abre paso haciéndose un hueco en los más altos niveles de la burocracia estatal y de los aparatos industrial-militares así como también se convierten en exponentes de renombre en facultades universitarias, científicas, tecnológicas, económicas, un buen ejemplo seria el de Robert S. McNamara, en primer lugar presidente de la Ford Motor Company, luego Secretario de Defensa de EE. UU. en la época de la guerra de Vietnam (1965-1975) y finalmente presidente del Banco Mundial. Podría dar muchos nombres más que se ajustan a este perfil de tecnócrata ávido de poder, pero creo que quien ya se halla interesado por el tema, los tiene seguro en mente.
En España, por ejemplo durante el franquismo, se denominaron tecnócratas a los que dirigieron el área económica de los gobiernos desde el Plan de Estabilización de 1959, muchos de ellos en la órbita del Opus Dei.
Todo parece formar parte de un maquiavélico plan ¿verdad?
Si acudimos a su significado más simple, tecnocracia es una forma de gobierno, en la que los científicos y demás expertos, toman las decisiones al servicio de la humanidad.
Evidentemente el comunismo de Marx y Engels dista mucho, de lo acontecido en la práctica. Y estos teóricos de la tecnocracia, quizá o quizá sí, no contemplaban la voracidad del capitalismo.
Ese ideal del tecnócrata, se aleja a pasos agigantados, cuando estos economistas de pro, buscan la estabilidad del mercado, el cual parece convertiste en su máxima, a través del recorte social, y de la merma de derechos, tal vez su visión de la humanidad no fuese tan amplia como la de Marx y Engels, así como los grandes dirigentes soviéticos, olvidaron lo eventual de su situación, según el ideario comunista.
La tecnocracia no es en su esencia, sierva de los mercados, es más, estos son su enemigo, así como el comunismo no es un fin, sino un medio para llegar a un fin.
El movimiento tecnocrático busca establecer un sistema socioeconómico de crecimiento basado en la conservación y la abundancia en oposición a sistemas económicos basados en la escasez como son el capitalismo y el comunismo. La principal conclusión del movimiento tecnocrático es que el actual sistema de precios basado en la escasez, es un medio ilógico de distribución en un mundo tecnológicamente avanzado. La tecnocracia considera los modelos económicos, políticos y administrativos como reliquias del pasado, quizá su punto débil, es que tiende a creer que el sur no existe.
Según lo expuesto anteriormente el ideal tecnócrata es más enemigo del sistema capitalista que el propio comunismo. Pero sería tan fácil dejarse engañar:
A lo largo de la historia encontramos un enemigo común a cualquier avance desde la perspectiva humanista, las elites, seres concebidos según sus criterios, para dominar al resto, que quedan lejos del ideal de cada elite. La tecnocracia, parece un buen campo de cultivo para concebir una elite ¿no creen?
Lo que caracteriza a la tecnocracia en nuestro siglo, es la tendencia a suplantar el poder político en vez de apoyarle con su asesoramiento, asumiendo para sí las funciones decisorias. El tecnócrata lleva sus cálculos y previsiones de tipo científico a la política, desde donde toma decisión en base a puros criterios de eficiencia, sobre elementos meramente cuantitativos, pero, en realidad estos profesionales, expertos cada uno en su campo, no son en la actualidad, sino los encargados de llevar a cabo un liberalismo descarnado, indiferente a los conflictos morales y sociales, en el que solo primen los beneficios, minimizando todo lo posible los gastos superfluos, véase, sanidad, justicia, bien estar social, cultura, nada de esto es ni debe ser rentable, por lo tanto, en su afán de rentabilizarlo todo, harán de ello un privilegio accesible solo a privilegiados.
El mundo ha menguado frente a la lujuria económica de los grandes poderes facticos y el tecnócrata puede servir muy bien a los planes de globalización. Estos planes suponen una centralización en la toma de decisiones que concentrarían poderes inmensos en manos de una burocracia mundialista y una merma de las libertades de los particulares y de la soberanía de los pueblos, como ya desde hace tiempo viene ocurriendo, cuando los órganos oficiales del superpoder financiero mundial ( Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial) condiciona las ayudas a países subdesarrollados o en vías de desarrollo, a la adopción de determinados modelos socio-económicos, favorables, a los intereses de las grandes multinacionales o los tan recientes cambios de gobierno de Italia y Grecia, auténticos golpes de estado sin precedentes en la historia de los países llamados desarrollados.
Decía al principio de este artículo, que el comunismo, es un medio para llegar a un fin, una sociedad compuesta por individuos autosuficientes, capaces de condensar todos sus esfuerzos, en pro de un bien colectivo, que repercutiría en su bien estar individual, el tecnócrata sueña, o soñaba con algo parecido, pero si en el primer caso el comunismo se quedó anclado en una de sus fases, en el caso de la tecnocracia, es un fin que se ha convertido en un medio, para culminar los planes de los de siempre. Nos están obligando a tomar un carril de una sola dirección y lo están haciendo desde el chantaje moral, desde el miedo, desde la mentira, nos vendan los ojos con la crisis y nos arrojan a los leones de la pobreza, la precariedad, el totalitarismo económico, corrompen la esencia de eso que los de mi generación dimos en llamar "ciudadanos del mundo" haciendo del mundo, un terreno minado en el que solo ellos conocen la ubicación de las minas. El sueño cesarista, parece cumplirse con los tecnócratas actuales, que distan mucho de ser profesionales al servicio del ciudadano, son asalariados al servicio del cesar, auténticos sicarios, brazos ejecutores de un plan técnicamente perfecto, cuyo resultado ya son, millones de seres humanos avocados a la miseria, al hambre, a la falta de oportunidades, a la esclavitud de la supervivencia, a la muerte…
Claro que el Cesar está a gusto, con este nuevo orden mundial, pero cuidado, los ideales no tienen caducidad y tienden a congeniar.
A.M.G
Me ha gustado mucho. Estoy fundamentalmente de acuerdo con lo que escribe. Te seguiré n adelante. Gracias por compartir estas reflexiones.
ResponderEliminarEs todo un honor, pues soy consciente de tu profesionalidad...un cordial saludo
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